jueves, 18 de diciembre de 2008

CUARENTA Y CUATRO ARRESTOS EN UN SOLO DÍA


El primer arresto fue a eso de las seis de la mañana; el segundo, un par de horas después. Pero luego los arrestos se produjeron como granizadas, hasta llegar a cuarenta y cuatro, y todo esto en un solo día. La cárcel del poblado se llenó de gente. Los abogados tuvieron abundante trabajo y los tribunales quedaron abarrotados.

Ocurrió en un parque de West Palm Beach, Florida, Estados Unidos, un domingo de verano en un mes de julio. Cuarenta y cuatro homosexuales, que en pleno día y a la vista del público se desnudaron y realizaron sus prácticas, fueron arrestados. Alguien lo llamó «total impudicia, desvergüenza y depravación».

Este caso ocurrió a la luz del día, en un parque de una ciudad turística en un estado de un país notorio por su llamada «libertad», mejor dicho «libertinaje». Ese parque tiene fama porque es algo así como una Meca de homosexuales. Allí se juntan, por decenas, para realizar su inmoralidad, prescindiendo de todo pudor, decencia, vergüenza y temor de Dios.

A partir de la década de 1960, una década que hizo historia con el auge de la cultura de drogas, de descreimiento, de libertad sexual, de divorcio y de sexo entre adolescentes, más los cultos raros y libertinos, se notó el aumento de dos cosas: la proliferación de enfermedades venéreas, que de dos —gonorrea y sífilis— se pasó a más de treinta, incluyendo el terrible y mortal SIDA; y una baja impresionante de vergüenza. Hoy en día nadie se avergüenza de ser alcohólico, drogadicto, fornicario u homosexual. Tal parece que lo ilegal y lo legal es la misma cosa, como lo es también lo moral y lo inmoral. Tanto da creer en Dios como negarlo a boca llena. ¡Señal de los tiempos!

¿Qué podrá esta hora en que vivimos entregarle al día de mañana? Lo mismo que entregan al depósito general los camiones recolectores de basura: sólo basura.

Sin embargo, hay una vía de escape para tanta corrupción. Hay salvación para los que la quieran y la busquen. Hay un poder que puede regenerar. Hay manera de reconciliarnos con Dios. Hay cómo dejar todos los vicios y los malos caminos para empezar una vida nueva. Todavía hay salvación.

Esa salvación la ofrece Jesucristo, único Salvador y Señor. Cuando llegamos a Cristo arrepentidos, Él nos da un nuevo corazón. Cristo puede rescatarnos. Permitámosle hacerlo. Él quiere ser nuestro Salvador.

por el Hermano Pablo

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