Estaba leyendo Mateo 16.18 en la versión antigua, donde dice de la Iglesia que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” y mientras leía me imaginaba a Satanás golpeando con unas enormes puertas a una pobre iglesita blanca de película que usaba toda su fuerza para tratar de mantenerse erguida. Recuerdo estar orando, cuando una nueva imagen se dibujó en mi mente. Era Jesús, que tomaba a la iglesia en sus manos y golpeaba con violencia las puertas del infierno para liberar a los millones que estaban detrás de ellas.
La iglesia estuvo demasiado tiempo preocupada solamente en subsistir y eso todavía nos afecta. Por muchas décadas la consigna era defenderse de un mundo que la tenía rodeada por todos lados y para eso había que cerrar la puertas del castillo y ocuparse de los que estaban adentro. Parecerse en cualquier aspecto a los que estaban afuera se consideraba un acto de insubordinación o carnalidad. Ser santo era tener un vocabulario y una vestimenta distinta; eran pocos los que pensaban en la santidad como estar separados con el propósito de extender el reino de Dios, transformando la sociedad y tomando una presencia activa en la cultura. Hace apenas unas décadas, ¿quién pensaba en estrategias, guerra espiritual, adoración contemporánea o en tomar ciudades? El interés principal era protegerse y mantener al “pequeño pueblo muy feliz.”
El sueño de quienes trabajamos en Especialidades Juveniles es que se levante una generación de líderes cristianos decididos a mostrar compasión por los que se pierden y entiendan que esa es la consecuencia de una vida de adoración. El nuevo milenio nos regala la oportunidad de tener una iglesia interesada en construir el reino en la tierra. Sólo cuando tenemos este propósito en mente podemos vivir la vida cristiana con emoción y entusiasmo. Vivir solamente para mantenernos “puros e inmaculados” o solamente abstraídos en momentos de éxtasis colectivos y cuidar lo que ya tenemos es egoísta y aburrido.
¿Mantener o construir?
En varias ocasiones que doy talleres para líderes de jóvenes hablo acerca de las diferencias entre mantener un grupo de jóvenes y construir un ministerio juvenil. Cuando hablo de este tema uso el siguiente cuadro:
Manteniendo un grupo de jóvenes
1) Motivados por actividades
2) Visión poco clara
3) Foco introvertido- contentos con una elite
4) Crecimiento cíclico
5) Ocupados en defenderse del mundo
6) Todo ronda un área ministerial
7) Mantener las tradiciones
8) Canto congregacional
Construyendo un ministerio juvenil
1) Motivados por propósitos
2) Clara Visión
3) Foco extrovertido – Compasivos con los perdidos
4) Crecimiento consistente
5) Enfocados en equiparse para el reino de Dios
6) Programa Integral
7) Ser efectivos
8) Vidas de adoración
Este cuadro también se aplica a la Iglesia en general y a tu vida personal. La primera diferencia que muestra el cuadro es que los que "mantienen" sólo se motivan por ciertas actividades. Un congreso o un campamento nos levantan el ánimo y crece el grupo; pasa un tiempo sin una actividad importante y nos vamos al suelo. ¿Por qué? Porque la motivación viene más de afuera que de adentro. Necesitamos actividades dinámicas que nos estimulen pero, más que eso, necesitamos una conexión real con el Señor que nos motive desde lo secreto e interior a alcanzar su propósito para nuestra vida. Cuando hacemos una actividad y estamos convencidos de que sirve para superarnos espiritualmente, no importa tanto que la actividad termine porque el propósito sigue. Si el propósito no está impregnado en lo que hacemos, todo termina cuando termina la actividad programada.
Otra diferencia es que los que tienden a mantener se enfocan en algún grupo selecto de personas populares y buscan conformarlas a ellas; los líderes que quieren construir ponen su foco en los necesitados. Los que simplemente mantienen no planean estratégicamente cómo crecer. Les gustaría crecer pero no hacen planes correctamente, y entonces crecen sólo porque crecen en edad los chicos de la iglesia.
Yo crecí en una iglesia donde el único índice de crecimiento era el de natalidad. Si nacían muchos hijos en una generación, la iglesia tenía buen pronóstico. Si nacían pocos, el futuro de la iglesia estaba en peligro.
Otra diferencia es que los que tienden a mantener se ocupan más de defenderse y señalar los pecados del mundo que de prepararse para extender el reino de Dios en el mundo. Muchas veces llegamos a olvidarnos de lo maravillosa que es la alternativa de Dios. Pensamos en la salvación como un pasaporte al futuro y cantamos: “Qué lindo cuando estemos en el cielo y estemos así, juntos, cantando eternamente.”
Yo escuchaba eso cuando era adolescente y me quería ahorcar. ¿Acaso la única alternativa a los placeres de este mundo es soñar con cantar en el más allá? Gracias a Dios, no. Hacer una diferencia en este mundo es la mejor satisfacción que podemos tener en la vida, de eso también se trata la adoración y Dios quiere equiparnos para eso. Los líderes que facilitan la tarea de extender el reino de Dios son los más amados, respetados y admirados por los que tienen cerca.
Otra diferencia entre los que mantienen y los que construyen es que los primeros tienden a hacer girar todo en torno a algo que les gusta y les es más fácil, en tanto que los segundos prestan atención a distintas áreas que son necesarias para un crecimiento consistente. En algunas iglesias el programa de jóvenes gira exclusivamente alrededor de un grupo de alabanza; en otros, del deporte, del estudio bíblico o de la recreación. Por ser ese su único punto de atracción, los primeros van a tener mucho éxito con aquellos jóvenes que les gusta cantar o sueñan con tocar algún instrumento; y así con cada interés en particular. El problema es que hay muchos otros jóvenes y adolescentes a los que cada iglesia debería alcanzar, pero no se sienten atraídos por esos intereses exclusivos. Recuerda que como leíste antes en este libro el canto es una posible expresión de la adoración pero la que es en espíritu y en verdad va mucho más allá.
Otra de las características de los líderes que se ocupan de mantener es como se apegan a las tradiciones. Los que construyen son los que constantemente están evaluando si lo que hacen está ayudando a alcanzar el objetivo que persiguen. Estas personas se preguntan: Hace décadas que votamos por un líder de jóvenes por año, ¿sirve o no sirve? Las reuniones de domingo por la noche son para evangelizar pero rara vez se convierte alguien, ¿hay algo mejor que podamos hacer? Todos los ministros de jóvenes se visten de traje, ¿qué comunicamos a los jóvenes con esto? Los que predican en mi iglesia son siempre hombres, ¿seríamos más efectivos si también les diéramos lugar a mujeres?
Por ultimo, específicamente respecto a cuando tratamos el tema de la adoración, los grupos orientados a mantener tienen líderes que creen que la adoración solo pasa por el canto congregacional en vez de enseñar o vivir una vida de adoración. Por eso crean una mentalidad de dos planetas: el del culto y el real. Así los chicos solo dependen de que el culto “esté bueno” para disfrutar de la adoración o no, aunque pronto se aburren porque es solo un asunto que rara vez tiene consecuencias prácticas.
De renovación a revolución
Muchos jóvenes se sienten frustrados porque piensan que sus líderes no les dan espacio para servir al Señor. Algunos se frustran porque saben que lo suyo no es predicar ni dirigir la alabanza, pero parecería que la iglesia no les ofrece otra cosa para hacer. Desde Pentecostés la historia no había registrado un movimiento de alabanza y adoración comparable al de nuestros días. Miles de personas en todos los continentes están orando por avivamiento. Iglesias enteras ayunan para que veamos un tiempo de cosecha como nunca antes se vio y esto es sensacional. Pero si entendemos que es la adoración toda esa renovación tiene que traducirse en una revolución de valores, de ética y de justicia social. En esto tu generación juega un papel principal y tú tienes un papel protagónico. Entablar con dialogo con el Dios creador del universo el cual quiere redimir su creación y en especial a la humanidad significa que Él comienza cambiando a quienes entran en esta relación. Entonces sí, la renovación de la iglesia traerá la revolución que el mundo necesita. La clave para esta revolución está en sacar nuestra vida de adoración de los templos y demostrar que el reino de Dios no consiste en palabras sino en poder para modificar nuestra sociedad.
El Dr. Lucas Leys es quién entrena a la mayor cantidad de líderes juveniles en Hispanoamérica.
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